Niño viejo:
¿Cuántos colores nuevos has aprendido desde que te fuiste? ¿Qué humores tiene el viento por allá? ¿Alcanzas a oler las nubes? Yo, sigo aquí, tejiendo mis días sin ti. Cuando vuelvas ¿me traerás un puñado de estrellas fugaces? ¿un pedacito de noche? Mejor tráeme un rayo de sol, porque el que me dejaste ya se ha desvanecido. ¿Cuántas plumitas te has encontrado por esos caminos? ¿Aún te acuerdas de mí? ¿Te acuerdas de nosotros? Yo, me acuerdo siempre de ti, de nosotros, de tus abrazos, tu voz, tu guitarra, la música de tu pecho y nuestras noches de escándalo y tertulia, ¿te acordaste ya? Esas noches en que a propósito me ruborizabas con algún poema leído por ti; amasábamos canciones como si fueran pan para el alma, capturábamos sobre papel versos escondidos para hacernos parchecitos. Yo cocinaba para ti con lo poco que tenía, pero tú comías tan contento, como si hubieran sido los mejores manjares sobre tu mesa; y nos reíamos tanto, tanto, tanto..., los dos solos bajo un techo débil ante lluvia, granizada y vientos. ¿Qué voces guarda el río? ¿Canta el mar por allá? Sí, ya sé, el mar siempre será el mar. Hace ya varios días que un pequeño colibrí visita mi ventana, y me ha contado que (en un descuido) te han nacido dos mariposas azules sobre los pies, ¿cómo son tus pasos ahora?. Tengo algo muy importante que contarte, una nueva añoranza me anda acompañando, ¿te enteraste ya?, he vuelto a enamorarme... Sí, he vuelto a enamorarme, pero sigo tan sola y solemne como antes, como hoy, como tantas noches; tan hermosa y floreciente como ayer, como siempre, como nunca. No debes preocuparte por mí. ¿Cuántos besos te han regalado o has regalado a tus nuevos amores? Porque sé que tú también te has enamorado, mis brujas blancas me lo han contado. Y, ¿te aman? ¿Amas? No te guardes nada, nada; no vale la pena, entrega todo y si es preciso pierde todo; tu pecho volverá a poblarse de ríos, manzanas, capulíes y música. Tus pasos volverán al andar, acompañados siempre de dos mariposas azules. Y te darás cuenta de que, perder o ganar, no existe..., sólo es vivir para morir. ¿Cuantos recuerdos rotos has abandonado a las orillas de la carretera?. He reparado mi techo, ya no tengo muchas goteras, debes venir pronto a visitarme. Cuando vuelvas ¿me llevarás a volar sobre las alas de tu juventud? Pero, mejor no vuelvas y si vuelves que sea vacío de tanta querencia ¿volverás? ¿Me extrañas? Yo, te extraño. Tu vieja amiga. (© MarielaCondo/2014)
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Me dejaste al viento
lo mismo que a la mariposa a los ríos al pájaro y me fui... (© MarielaCondo/2014) El día desmaya sobre la impaciencia del tiempo, las nubes abrazan su caída. La lluvia amenaza mi techo, sus agujeros son ojos abiertos al cielo, pronto lagrimeará sobre mi cabeza para bautizar mi nuevo tiempo.
Estoy mirando, mirándome. El calendario me grita una nueva edad -Ya son treinta años- me dice. Yo le respondo -sí treinta, desamarrándome de las condenas ajenas, de las sentencias viejas. Treinta años desaprendiéndome. Librando minúsculas batallas que nunca ganaré. Sí, treinta años de mis pies inciertos y vagabundos sobre esta tierra, guiados por el impulso de las corazonadas. Miro los reflejos de mi rostro sobre la lluvia que se amontona entre mis pies. Pero mi rostro sólo se burla de las edades, quizás porque no tengo edad, sólo vida Sólo vida, y una añoranza abrazando un nombre, el tuyo. El viento insiste en llevarse mi techo, golpea sus bordes y le hace gritar. El día ya no es día. La lluvia va callando su voz mojada. No tengo edad, sólo vida y esta añoranza quemándome. (© MarielaCondo/2013) |
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July 2016
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